Taficeños

TAFÍ VIEJO

“Soy un soñador total, lo que estoy viviendo es realmente un sueño”
IMPERDIBLE: en la 8va entrega de "Taficeños", Franco La Pena nos cuenta la historia de Pablo Esteban Rodríguez desde Dinamarca

LUNES 09 DE AGOSTO DE 2021 · 11:13 HS

Franco La Pena

“Todas las personas de éxito son grandes soñadoras. Imaginan como podría ser su futuro ideal en cada aspecto de sus vidas y trabajan cada día hacia esa visión, esa meta o ese propósito”

La frase del canadiense Brian Tracy (CEO, Escritor y Orador motivacional) es, sin lugar a duda, la descripción perfecta de Pablo Esteban Rodríguez; este taficeño cuya vida le presentó diversos interrogantes y, fiel a sus sueños, logró sortearlos con astucia para estar hoy donde siempre quiso. “Me preparé para este momento”, aseguró con firmeza y a la distancia desde la hermosa Copenhague, capital de Dinamarca.

Pero ¿qué hace un taficeño en esas frías y nórdicas tierras?

Comenzaremos diciendo que Pablo, de 32 años, es Ingeniero Agrónomo (UNT) y cuenta con una Mención Complementaria como Sommelier en Burdeos (Francia). Estudió en Brasil y hace 2 años que vive en Dinamarca trabajando en un restaurant de planta base (comida vegetariana). Y, como si fuera poca cosa, montó su Empresa importadora de vinos naturales argentinos.

¿Qué te motivó a irte?

Comencé a viajar hace mucho, año 2009 si mal no recuerdo y primero conociendo el Norte Argentino. Después por Latinoamérica y Europa en 2011. En 2015, gané una Beca para trabajar en un laboratorio y hacer materias en la Universidad Nacional de Brasilia (UNB) a través de mi título de grado como Ingeniero Agrónomo. Volví al país recibido y quería encontrar un trabajo soñado e ideal porque en Brasil me habían chipeado para hacer un Máster y un Doctorado, pero mi cerebro no funcionaba en la misma sintonía y realmente no me llenaba. 

En ese momento aparece una chance dentro del IDEP, que es un Ente Autárquico Público y Privado. Mi área era la de “Competitividad” y me encargaba de las normas de calidad. Y dentro de competitividad, estaba “Vinos del Tucumán”.

Allí descubro productores de vino, pero no tenía herramientas para orientarlos e incluirlos dentro de nuevos mercados o atraer nuevas normas de calidad y demás, lo cual me generaba inquietud. Me puse a investigar sobre formaciones y, para hacer un Máster (ser Enólogo), debía viajar a Cafayate, La Rioja o Mendoza. En ese momento veo la chance, pero como que no tenía el valor de moverme ya que estaba cómodo con mi trabajo y, además, porque en paralelo dictaba talleres de carpintería y tapicería; muchos reciclados y muebles sustentables y mi trabajo de agrónomo era de cultivos orgánicos y con la idea de hacerlo sostenible. Tal vez por eso no vi bien la mudanza y terminó apagándose la llama. 

Tiempo después, mirá lo que son las cosas, yendo a un recital en BsAs me encuentro con amigos que habían sido becados en Brasil. A través de los Talleres conocí mucha gente, entre eso una psicóloga que me cuenta del “Work and Holidays” y, en paralelo, un amigo viajaba a Alemania así que comienzo a informarme porque sentía con esto algo diferente.

Antes de irme a BsAs visito a una amiga y le comento lo que me venía pasando. “Si lo sentiste, hacelo”, me respondió y fue un empujón más porque ya tenía todos los permisos, por lo que me propuse conseguir los papeles que faltaban; pequeños requisitos.

Llegué a la Embajada de Francia pensando “si es para mí, será”, pero no me dejaron entrar. Volví al día siguiente con reserva de un boleto, pero el Guardia tampoco me permitió ingresar. En ese momento pude conseguir el Turno para el lunes y pedí me avisaran rápido porque ese mismo día regresaba a Tucumán.

Cuando me dijeron que aprobaban mi Visa… no lo podía creer, estaba muy contento por la noticia y porque tenía 3 meses para irme a Europa.

Al otro día almorcé con mis viejos y les conté lo de la Visa, que debía vender el auto, renunciar a mi trabajo en el Estado, una locura (risas)... pero bueno, se entendía mi felicidad porque me faltaba algo y ese era un movimiento que tenía ganas de experimentar.

¿Por qué a Francia? ¿Cómo fue tu vida en los comienzos?

Porque es la cuna de la gastronomía y de los vinos. Si bien no hablaba francés, me fui lo mismo ya que nunca tuve miedo a ese desafío y porque mi principal objetivo era encontrarme y estudiar una carrera afuera como hice en Brasil. Si me quedaba planificando, las cosas no iban a darse. Además, siempre supe que no iba a poder entrar a la “facu” en ese momento porque el año lectivo comienza en octubre; entonces aproveché el tiempo y me puse a aprender el idioma, además de conocer Burdeos, la ciudad en cual estaba y casi de inmediato comencé a trabajar. Todo se dio gracias a contactos… el amigo de un amigo de un amigo (risas)…

Este chico es un Sommelier francés y apenas le conté mi idea, surgió la chance que tanto esperaba y buscaba en un pueblo a 40 minutos de Burdeos; allí arrancaba mi incursión en los vinos y realmente me metí de lleno. Estuve aprendiendo desde la cosecha a la cultura francesa, cosas que tienen sentido por haber trabajado en laboratorios y cosechando limones para las muestras.

Te cuento que, para ingresar a la Universidad y poder quedarme, necesitaba Visa de estudiante. Debía lograr un nivel B2 de francés (lenguaje) y la lógica aceptación de la Universidad. Di el examen de francés y de a poco empecé a ordenarme porque estaba con el “Work and Holidays” y muchos planes por si llegaba a fallar algo.

En ese tiempo trabajé como camarero en un bar de vinos haciendo algunas intervenciones. Y aquí quiero que entendamos que, el Sommelier, es un camarero con formación en vinos y maridaje.

Casi en paralelo, llego a una asociación de integración al extranjero donde me informo sobre la Enología. O sea…. seguía buscando herramientas para formarme y crecer. Allí me entrevisto con una persona buscando un lugar para trabajar, además de interiorizarme sobre la chance de hacer un Máster. La pensé porque, si estudiaba, no podía trabajar ciertas horas y perdía dinero. Era como volver atrás 2 años. Me dice “podes vender algo, exportar o laburar” …

Salgo y me voy a la Escuela de Vinos donde me dan vuelta como media (risas). Básicamente el Director me muestra ese mundo y que era eso mismo lo que me faltaba porque no necesitaba comenzar de cero, me faltaba la base de la venta. Esa mención complementaria me permitía trabajar en bodegas, hacer turismo en base al vino (enoturismo), o bien hacerlo en restaurantes, vinotecas, etc.; a partir de ahí, el Universo es infinito. Y también tenía la ventaja de la práctica obligatoria, una herramienta fundamental.  Decidí estudiar para Sommelier y fue un año super intensivo porque alternaba mi tiempo trabajando en una bodega y yendo a clases.

Se venían las Fiestas de Fin de Año y las cavas de vino, era la época ideal para vender. En esa época trabajaba en el bar de un amigo que hice, al que terminé diciéndole mi “gurú” porque aprendí muchísimo a su lado. Allí termino mi carrera y todo coincidió con el fin de mi Visa de Estudiante. Era el momento del siguiente paso.

¿Cómo llegaste a Dinamarca? ¿Cómo fue el comienzo?

Vine con la “Work and Holidays” y no quiero que esto se termine hasta sacarle todo el jugo a la experiencia.

Tenía un amigo chileno, a quien conocí en Brasil, pero vivía en Dinamarca (risas) y no quería hacer una Visa laboral en Francia porque todo iba a depender de mi empleador y yo siempre fui independiente. Me quedaba probar nuevas opciones, salió la opción de Dinamarca y listo. Aclaro que, en ese momento, esperaba el pasaporte italiano y hoy tengo esa doble ciudadanía.

Al principio trabajaba con mucho vino convencional, muchos químicos en la vendimia. Nada que ver con lo que quería porque yo venía de lo sostenible y orgánico; entonces, algo comenzó a hacerme ruido.

Si tenía experiencias en muchos lugares, pero no en restaurant. Así que decidí venir a Dinamarca con la idea de laburar aquí, pero con productos naturales y que la carta de vinos haga foco en eso.

Ya en Copenhague, mando mi CV a “Noma” (4 años considerado el mejor restaurante del mundo y con 2 estrellas de la Guía Michelín” en su haber) pero no tuve respuesta. Hice lo mismo con “108.dk”, cuya carta de vino era natural y de a poco todo comenzó a volverse de película ya que nunca había pensado verme en eso. Literalmente tocaba el cielo con las manos.

Me permitieron ser yo mismo, pero tuve que aprender la carta ya que tu paladar se va estructurando a ciertos marcadores. Es decir, conocer diversos datos para poder contarlos o que tiene cada vino.

Aquí trabajamos 4 días y tenemos 3 libres. Ahí aprovechaba para probar vinos, hacer cosas personales o visitar productores. Esto último es muy interesante porque conoces todos los detalles y ganas puntos al acercarte. No es lo mismo un productor que charlar con el empresario que paga, pero no tiene idea. Haciendo esto, sentía que estaba pisando cortito pero muy seguro porque soy un comunicador del vino y el cliente debe saber eso. En vez de ir a un congreso, yo visito al productor.

¿Cuándo y cómo uno decide salir al mundo?

Yo fui preparándome para esto. En aquel momento de viajar a Europa, veía chances y me copaba la idea.

Me dije a mi mismo que “soñar no cuesta nada, achicarse tampoco. Pero pensar y confiar en uno, es mucho más” … y aquí estoy, disfrutando en todo momento.

¿Es fácil arrancar de 0 en un lugar distinto y lejos de los afectos? Con el miedo lógico de lo desconocido.

No es fácil; pero teniendo objetivos claros, la verdad es que terminás haciéndolo. Y más si del otro lado la familia te apoya, aunque algunas veces te levanten a puteadas (risas). Pasa igual con los amigos que tengo desde los primeros viajes; no los de la esquina, los verdaderos.

¿Qué cosas te sorprendieron de Copenhague? Leí que se la considera “la ciudad más feliz del mundo”

Bastante organizada la ciudad, pero diferente a Francia. Aquí hay mucha confianza. Por ejemplo, las cosas en el supermercado están afuera y todo el mundo anda en bicicleta. La ciudad está pensada en bicicleta y tenés carriles de hasta 3 bicis, me parece espectacular.

Nueve de cada diez daneses tiene bici y sólo en la capital hay 454 kilómetros de bicisenda, una locura que me encanta. La bicicleta se usa todo el día y para hacer cualquier cosa. Es una masa en movimiento, algo increíble.

Y el danés… es un tipo estructurado, pero buena onda y muy macanudo. Se interesa por conocer gente y te conversa. Son amigos de fierro realmente. Gente simple, con mucho valor por la palabra.

Aquí tenés la cultura “Hygge”, que podría entenderse como “bienestar”. Pero el danés llenó de ejemplos este significado. Entonces “Hygge” es… prender las velas para la cena, sentir el calor del café al apoyar las manos en la taza, taparse con una manta suave, usar unas pantuflas de piel, quedarse en casa toda la familia junta, comer algo delicioso, mirar el fuego. Lo simple.

¿Es costosa la vida ahí?

Muy costosa, pero con mi sueldo puedo llevarla bien.

¿Es Dinamarca donde pensas radicarte en forma definitiva?

No lo tengo pensado porque vivo el presente. Y si estando en Francia tuve que dar el paso hacia Dinamarca… fue todo de un día para el otro como también el de salir de Tucumán para iniciar esta aventura. Soy libre e intuitivo.

¿Cómo ven al argentino?

Hay mucho argentino. Un poco de todo. Nos ven alegres, nos relacionan con el Malbec y la carne.

¿Qué diferencias y similitudes hay con Tafí Viejo?

Aquí conoces mucha gente pese a ser una Capital. Vas saliendo todo el tiempo y se manejan mucho con la bicicleta, cosa que me gusta porque siempre lo hice en Tafí. Primero con la bici de paseo de mi vieja, playera, la playera con motor… me resulta maravilloso. Todo en bicicleta.

Miedos hay siempre, pero hay que desafiarse.

Similitudes… encontrarte con los amigos, en lo social. Pero no mucho más que eso. Pasa por el lugar donde te movés.

¿Qué cosas de Tafí Viejo contaste? ¿Qué se extraña?

Limones, sólo eso jaja…. les cuento de sentarme en “Oliverio” y saludar conocidos escuchando una cantada.

Extraño el folklore. Cuando eso pasa, pongo a Quique Yance y al “Mono” Villafañe mientras tomo mate y a la mierda.

También extraño mucho la espontaneidad. “Che, ¿qué están haciendo? ¿Tomamos algo?”… armar un plan de la nada. Creo tiene que ver con el tipo de trabajo. Y hoy es difícil porque trabajo en un servicio y no tengo el día como para encontrar ese espacio.

¿Cada cuánto volves?

Hace mucho que no vuelvo. Primero por el interín de viajar de Francia a Dinamarca. Y segundo, tenía el pasaje para marzo de 2020… pero no era lo indicado. Fui en 2021 a recargar pilas que me sirvió de mucho.

Cuando viniste... ¿cómo encontraste Tafí Viejo?

Muy lindo pese a ciertas cosas que siguen iguales. Me gustó mucho la Avenida, muy diferente. Cambiaron muchos edificios, por ejemplo, el de la esquina donde estaba la Caja Popular y hoy es una cervecería. La Hostería me parece maravillosa, es EL lugar y agradezco hayan recuperado ese predio para que todos puedan disfrutarlo.

En todo este tiempo, ¿te pasó algo que te haya hecho pensar en volverte?

A veces aparece esa sensación de inmigrante. Pero cuando ves los resultados, o tenés un reconocimiento laboral, te das cuenta de que estabas equivocado. Lo mismo con la espontaneidad porque siempre surgen cosas así.

Como taficeño, ¿qué te genera ver a tanta gente irse afuera?

Lo veo más bien como algo del mundo social. Creo que, históricamente hubo migraciones taficeñas al exterior. En Roma, por ejemplo, me acogió la flia Orlandi… están hace años. Fue una sorpresa muy linda. Lo mismo con familiares y amigos repartidos por el mundo, por eso no lo veo como un fenómeno.

Si un taficeño está pensando en buscar su futuro, ¿le recomendás Dinamarca?

Si se banca el frio, que sos un número, que cuesta integrarse… sí. Si querés cumplir tu sueño y se alinean tus ideas, venite sin dudas. Aquí o a cualquier país. Movete en base a tus instintos.

¿Cómo pasaste el tiempo de pandemia?

Bastante raro. La primera ola fue en marzo 2020 hasta Mayo… aquí no tuvimos que usar tapabocas (salvo este año por motivos laborales) y seguimos sin usarlo. La pasamos espectacular, hice actividades manuales (talleres de carpintería, pintura de cuadros) y las clásicas juntadas con amigos. Fue un tiempo de mucho encuentro y afianzar amistades.

La 2º ola… me fui a Argentina, la pasé muy bien. Me cayó como anillo al dedo (risas).

Para que la gente entienda, ¿qué es un vino natural?

La mejor manera de describir a un vino natural es que se volvió al concepto básico de un jugo de uva fermentado. No se agrega nada ni al suelo ni en la fermentación. Y tampoco se saca nada, no se lo filtra. Si se usa madera, tienen que ser toneles viejos porque no se quiere una identidad de la madera. Se busca pureza.

Es un vino de ahora, actual, que no necesita más explicaciones porque expresa lo que ha sido el año del cultivo: la tierra, el clima, el agua, vinos frescos que te invitan a tomarlos y a compartir, que es lo que siempre ha sido el vino.

En Europa, más precisamente en un restaurante tan picante como en el que estás, entiendo tiene que haber vinos argentinos. ¿Alguno tucumano?

Mis intereses personales van por otro lado, por eso ahora estoy en un bar de vinos naturales, pero pequeño. Hace tiempo estuve en otro donde si tuvimos el “Livvera” (de Germán Massera) y también de Bodega Paso a Paso; pero tucumanos ninguno.

Al no haber tanto vino argentino, es que decido arrancar con la Empresa importadora y le estoy metiendo muchas pilas. La idea es promover el vino argentino, como bebida nacional, y que lo conozcan desde otro lado, que no es sólo Malbec y que Malbec no es sólo un vino que se produce en el país.

La Empresa está basada en uvas criollas, en vinos naturales, orgánicos y biodinámicos. Con uvas de parral, no de espalderos tipo pérgolas antiguas porque son uvas de 50 u 80 años y que no fueron plantadas por grandes empresarios. Además, no pagan lo que corresponde y perjudican al productor. En el país tenemos muchas uvas (Moscatel, Torrontés sanjuanino, Moscatel de Alejandría).

Contame de tu empresa importadora de vinos

“Tres” surgió en Pandemia. Volví a Dinamarca con algunos vinos que compartí con amigos y dije “esto puede ser algo bueno” … así que comencé a charlar con gente que estaba dentro del tema para asesorarme y también a leer para conocer un poco más. Arrancamos a fines de febrero y todo con videollamada porque estábamos “encuarentenados” y los bares cerrados por completo.

Arranqué sólo y luego se sumó una amiga Sommelier de Bahía Blanca, Juliana Carrique. Se llama “Tres” porque nacimos el 03/12; vivimos en Copenhague y ella ahora está en Singapur. Es como que estamos siempre en 3 países, importamos 3 productores de 3 regiones diferentes (2 del Valle de Uco y el otro de San Juan). Por ello siempre hacemos foco en el 3. Nuestra Diseñadora Gráfica es su melliza, otra vez el 3 (risas).

¿Cuál fue la mayor satisfacción que tuviste como Sommelier? ¿Atendiste algún famoso?

Tener clientes felices, que les haya gustado la botella y me agradezca.

¿Famoso? Creo que ninguno y, si pasara, lo atendería como uno más. Pasa que a todos los veo de la misma forma y si noto buena onda, mejor porque hace que me divierta muchísimo en esto que tanto me gusta. Hacemos bromas, la chispa cómplice al ser latinos y cálidos buscando romper un poco esa estructura del europeo y que se sienta a gusto. Le suma muchísimo al servicio acercarnos al cliente.

En un futuro... ¿Pensaste en abrir tu propio local de comidas y vinos naturales en la provincia y/o país? ¿De qué depende?

Tal vez, creo estaría bueno. Por ahora pienso en la importadora y le estamos metiendo muchas pilas a esto.

Empezamos con el “Pop Up” (restaurante itinerante). Básicamente, 2 cocineros toman la cocina y yo me hago cargo de la barra, trabajamos por un día en un determinado lugar ofreciendo una propuesta copada; hoy, por ejemplo, hicimos choripán y vino en “Apollo”, un lugar que está de moda y en el cual trabajaba. Surgió la chance porque conocía a los chicos cocineros y los vi cuando armaban los choris caseros… les dije “hagamos quilombo, mucho ruido; le metamos choripán y vino” (risas).

Me tienta mucho hacer este tipo de intervenciones porque hace que esa llamita, que se despertó en mi yendo a Bolivia con Mariano (De Felice), no se apague. Si abriría porque siempre “flashamos” con tener algo juntos.

Pero, al menos por ahora, quiero seguir viendo cosas aquí.

Me dijiste que te preparaste para todo esto... ¿estás donde querías? ¿O falta mucho para tu techo?

Me preparé y por eso estoy donde quería. Porque vivo ese presente tan genuino y que me muestra como soy en el culo del mundo, pero siendo yo. Estoy, sin saber si quería, pero estoy (risas).

Claro que falta mucho para mi techo. Tal vez mañana mi techo esté más alto. Por eso vivo mi presente relajado, pero divirtiéndome mucho. ¿Metas? Siempre las tuve, pero sigo abrazando el presente, por eso digo que no hay techo para esto.

¿Qué sueños te faltan cumplir?

Que vengan mis viejos a Europa a visitarme y poder mostrarles todo lo que hago y lo mucho que disfruto. Sería hermoso porque siempre estamos con fotos o videollamada.

Viajar un poco más, conocer más productores y compartir la mesa con ellos. Que se conozca más lo que hago… soy un soñador total, todos los días me levanto soñando algo distinto y lo que estoy viviendo es realmente un sueño. Desde el viernes, cuando salí a alquilar una bicicleta y empezar a repartir los vinos, eso es realmente vivir un sueño. Ayer hablaba con mis viejos y les expresaba esto mismo; igual a mis amigos.

Siempre lo tuve en la cabeza, casi como una película. Pero vivirlo, es tan divertido, tan bueno que realmente no tiene precio.

¿Qué mensaje le darías a tu familia?

Gracias. A mis viejos y hermanos que siempre me apoyaron. Cuando hubo que ocultar pasos a mis viejos, mis hermanos se re portaron. Cuando renegaba por ir a inglés con Myriam (Rodríguez), hoy lo termino utilizando. Lo mismo a la hora de cocinar en casa y veía El Gourmet con mi papá… mirá donde estoy, laburando en esto que ya forma parte de mi vida.

Los extraño. Me gustaría que vengan. El mensaje es muy amplio y hablamos todos los días. Los siento aquí conmigo y me moviliza mucho cuando recibo fotos de los asados familiares, del perro. Verlos a todos y yo en la distancia… estoy bien, feliz. Ojalá podamos vernos pronto y que pase rápido la Pandemia para poder volar más seguido.