Opinión

Nuestra voz en la voz de los grandes
Columna literaria del mes de noviembre.

VIERNES 04 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 19:07 HS

Emiliano Esteban Flores

Ahora que quedé completamente sensibilizado y entendí la función que cumple el discurso de un libro, que es necesario compartirlos para ayudarlos a cumplir ese objetivo primordial, que es ser leídos, me encontré con una situación que me llevó a nuevamente escribir estas líneas.

Hace unos pocos días me devolvieron un libro que había prestado.

-“Gracias por instruirme.”- Me dijeron al entregármelo.

Me quedé pensando en lo que acababan de decirme… pues no pienso que sea así.

¿Acaso no se nos pasaron por la mente algunas de las ideas más brillantes que encontramos escritas alguna vez?

Que el gran Miguel de Cervantes Saavedra o el increíble Shakespeare ¿o por qué no venir más cerca y pensar en Gabriel García Márquez o nuestro Jorge Luis Borges? hayan encontrado la combinación perfecta de palabras para hacer que las ideas sean más bellas, no quiere decir que nosotros no llevemos dentro toda la verdad, lo sublime de lo simple y lo más hermoso de las almas humanas.

Es cuando leemos esas ideas formuladas de manera extraordinaria, esas frases que quedan grabadas a fuego en nuestra piel y en nuestra mente, cuando nos damos cuenta de que nos une algo más que el simple hecho de ser humanos compartiendo este mundo, nos une una fuerza un poco más grande, un poder creador que tenemos dormido dentro y nos grita por salir y expresarse.

¿Por qué alguien hace 100, 200 o 1500 años pudo poner en palabras algo que siento y pienso yo hoy tanto tiempo después, en otro rincón del planeta? ¿Por qué encontramos las palabras exactas de lo que necesitamos decir en un libro o una canción o en un poema?

Déjenme decirles que se debe, simplemente, a que esa sabiduría, esa belleza, esa forma de ver y acercarnos la naturaleza, al hombre o al mundo está dentro de nosotros y a veces no sabemos cómo hacerla salir a la superficie.

Es un saber universal que legamos por el simple hecho de ser humanos, un regalo del universo que se esconde en todos los rincones de nuestra mente y sólo necesitamos saber acceder a él.

Por eso creo que el poder de la literatura va más allá de la mera instrucción. La literatura tiene el poder de acercarnos a un conocimiento un poco más profundo que el que nos brinda un libro científico o técnico: Tiene el poder de ayudarnos a conocernos a nosotros mismos, de entender nuestra esencia, a veces confusa, de mostrarnos el mundo, de acortar distancias y tiempos, de sentirnos infinitos y universales. Ese tipo de conocimiento, esa forma de entender lo que nos rodea jamás podrá ser explicada por ninguna ciencia, porque es algo que llevamos dentro y escapa a las explicaciones teóricas.

Es momento de darnos un poco más de crédito a nosotros mismos, abrazar nuestros libros y a esos autores que nos ayudan a entendernos como personas, que nos permiten encarar nuevos desafíos en nuestra vida diaria, que nos llenan de felicidad al encontrarnos expresados o identificados en las oraciones más bellas que alguna vez leímos.

Estamos ahí, nos podemos ver, nos podemos sentir en esas líneas y sólo vivirlo o escuchar nuestra voz en la voz de los grandes nos permite entenderlo y, sobre todo, creerlo.